2016: DONOSTIA CON FUNDAMENTO!!!
La unión hace la fuerza. Algo Q parece tan obvio, a día de hoy parece imposible. Tales son las circunstancias actuales, Q todas las fuerzas del underground cultural / artístico donostiarra han estallado en mil pedazos.
No es mi intención unir el puzzle con loctite, solo intento mandar un mensaje en la botella para hacernos responsables del actual estado de las cosas. Nuestra queja constante ya nos aburre a nosotros mismos, no podemos pretender cambiar el mundo siendo y haciendo lo mismo Q las líneas democráticas de la sociedad. No podemos bostezar con las olas de energía ciudadana promovidas por el ayuntamiento de las S.S. cuando los ríos de la vanguardia intelectual alternativa están igual de contaminados como la bahía constitucional. Los dimes y diretes, las envidias e intereses, la falta de asumir riesgos entre nuestras líneas del frente es alarmante. Mientras tanto la retaguardia de los emperadores Donostiarras se frotan las manos ante el descontento generado por ellos mismos.
Personas con un talento y unas capacidades descomunales quedan relegadas a meros observadores de la quema cultural a la Q nos lleva nuestros políticos (y sus garrapatas) incapaces de cualquier aportación interesante.
A partir de aquí, prefiero Q me ayude Don Pío Baroja con su sencilla prosa para conocer quienes somos…
Yo nací en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872. Soy guipuzcoano y donostiarra; lo primero me gusta, lo segundo menos. Hubiera preferido nacer en un pueblo entre montes o en una villa costeña que no en una ciudad de forasteros y de fondistas. Me hubiera parecido más pintoresco.
No siento gran entusiasmo por San Sebastián por varias razones. Primeramente, el pueblo no es pintoresco, pudiendo haberlo sido: tiene calles rectas, Q son todas iguales, y dos o tres monumentos que son medianos. Yo creo que en monumentos públicos hay que tenerlos muy buenos, o si no, no tenerlos. Hay cosas en donde no se acepta lo mediocre. Allí donde los donostiarras, en colaboración con los madrileños, ponen la mano, se levanta una cosa vulgar. Ya han afeado y municipalizado el monte Igeldo; ahora están afeando el Castillo; y el monte Ulía; si pudieran afearían y municipalizarían el mar para ponerlo a gusto de los forasteros de la Mancha o de la Sierra de Cazorla.
Yo no tengo espíritu de esteta. Lo necesario es más importante que lo bonito. ¿Para qué adornar la ciudad con bagatelas de bazar?
[Gracias a dios Don Pío no conoce las últimas atrocidades urbanísticas de nuestros ediles municipales, la Bretxa, el mercado de San Martín, Illumbe, el Náutico, la Plaza de la Trinidad, El museo San Telmo (este sin terminar ya huele Q apesta), o proyectos por empezar como Tabacalera, la pasarela de Mompás y un largo etc Q dan ganas de echarse a llorar].
San Sebastián está muy dirigido por gente llegada de Pamplona, de Zaragoza, de Valladolid, de Chile y de Chuquisaca, que tienen el ansia de brillar. Si brillaba antes marchando al lado del rey, o tomando café con un torero célebre o saludando a un aristócrata. Hoy no se puede brillar así. Hoy se brilla con un gran automóvil.
Respecto a las señoras, que algunas en verano parecen princesas, tienen en invierno tertulias en donde juegan al julepe. ¡Al julepe! A madame Recamier le daría un ataque de nervios este nombre de botica.
En los monumentos de San Sebastián se ve que la inspiración ha partido de contratistas, de maestros de obras y de concejales.
Hay una mezquindad y una insolencia en las gentes que viven en estos pueblos modernos que la comunican a todos los objetos del exterior. Así, las calles, las tiendas, las casas, todo responde a su manera de ser, seca y aparatosa; todo es feo, mezquino y triste.
En Pasajes había antes en la casa antigua donde vivió Victor Hugo un pequeño museo, que no tenía nada de particular, instaurado por Deroulède, que como se sabe, era un fantasmón, pero, en fin, el museo tenía nombre y el recuerdo.
El ayuntamiento de Pasajes no contaba con consignación para sostener un mozo que le pasara el plumero al busto del gran poeta francés, y pidió al de San Sebastián una ayuda; el de San Sebastián dijo que no tenía nada que ver con ello, y el pequeño museo de Victor Hugo se cerró.
El ayuntamiento de San Sebastián no supo tener en cuenta que Victor Hugo ha sido un gran poeta, de fama universal, que ha hablado repetidas veces con simpatía de los vascos, que ha hecho que el nombre de un pueblo de la provincia de Guipúzcoa, Hernani, corra por el mundo entero. Un poeta es poca cosa para un concejal donostiarra. ¡Si hubiera tenido un pequeño título!
La vida en San Sebastián en pleno verano es tan mecanizada, que parece que hombres y mujeres son monigotes que hacen un papel sin poner en ello ni gracia ni entusiasmo.
Hay algo dogmático en el español, por lo menos poco plácido, que no permite el ambiente laxo de las ciudades de moda y de diversiones del extranjero. Todo el mundo conserva aquí el engolamiento y la tirantez; la moral es rígida y se juzga al prójimo por su categoría social y por su fortuna.
Los que vivimos en estos viejos pueblos latinos vivimos como peces en estanques de poco fondo. Antes todavía, cuando el líquido era turbio, se podía pensar en la inmensidad de las aguas que le rodeaban a uno; ahora ya es imposible; se ve el fondo del estanque con claridad y se conocen con exactitud sus dimensiones. Caso triste.
Guías de España – El País Vasco por Pío Baroja [Ediciones Destino – Barcelona; junio 1953]
Señores, señoras, a todos nosotros estas inteligentes líneas nos suenan a presente, incluso forman parte de nuestro futuro más inmediato. Estamos consintiendo una vez más la municipalización de la cultura donostiarra para 2016 y perpetuar esta mezquina forma de entender la sociedad, la música, la pintura, la fotografía, la literatura y cualquier forma de expresión hasta el juicio final.
Participamos por cuatro duros del gran timo municipal, leemos a diario la prensa del emperador Nerón, mandamos mensajes al gran hermano televisivo donostiarra apoyando nuestros colores, y visitamos con entusiasmo la última obra gráfica aparecida en la ciudad protegida por el nuevo Calígula de turno.
Así llevamos más de un siglo, desde la Belle Epoque. Donostia es lo Q se merece. Ciudad de reyes y reinas, de caudillos y emperadores, de turistas y mercaderes, de nostálgicos de un futuro conservador, amigos de poderosos con sensibilidades económicas. Una placa donde nació es lo Q se conserva y se recuerda de un gran escritor como Don Pío Baroja, otra placa tras su muerte es lo Q podemos oír de un gran músico como Mikel Laboa. Q le vamos hacer queridos conciudadanos del underground cultural donostiarra, somos herederos directos del carrusel de la concha, somos hijos de la mediocridad. Eso sí, no nos olvidemos de comer angulas y solomillo en buena compañía el día de San Sebastián. Disfrutar del carnaval y del día de Santo Tomás. Ir a la regatas y visitar el Aquarium. Visitar la bahía en él ciudad de San Sebastián. Llevar a los niños a Igeldo. Y sobre todo no te olvides de ser una ola de energía ciudadana por la convivencia y la cultura.
Yo nací en San Sebastián el 1 de Junio de 1964. Soy guipuzcoano y donostiarra; lo primero me gusta, lo segundo menos. Hubiera preferido nacer en un pueblo entre montes o en una villa costeña que no en una ciudad de forasteros y de fondistas. Me hubiera parecido más pintoresco.